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HORNOS DE COQUE Y CHIMENEAS

Para que las fundiciones de plomo y plata pudieran funcionar era necesario que tuvieran un aporte continuo de coque. El coque era un producto de gran poder calorífico muy demandado en fraguas, fábricas y ferrocarriles. Se fabricaba en grandes baterías de hornos aprovechando los menudos y el carbón de baja calidad procedentes de las minas de la comarca, que se traía hasta aquí en tren, razón por la que se construyeron junto a la estación de Peñarroya.

Pegados a las baterías de coque, la SMMP construyó posteriormente unos hornos de destilación de hulla de los que se obtenían productos derivados como benzoles, alquitrán y creosota, entre otros. El único testigo físico que nos queda de aquellas instalaciones es la enorme charca de almacenamiento de alquitrán.

El elemento más relevante de estos hornos son sus dos enormes chimeneas. Ambas fueron conocidas por los ciudadanos de Peñarroya-Pueblonuevo como “Las gemelas” pese a que en su aspecto exterior denotan diferencias decorativas y de altura. Eran idénticas en su origen, hasta que a principios de los años 50 del siglo XX un rayo cayó sobre una de ellas y tuvo que ser cortada y atirantada para darle mayor consistencia y evitar su desplome.

La función de una chimenea es evacuar con rapidez y seguridad los gases derivados de los procesos físico-químicos que se desarrollan en las fábricas para la producción de mercancías y bienes transformación o consumo.

Como consecuencia de la intensa actividad industrial desplegada por la SMMP, en el skyline de los Cercos de Peñarroya-Pueblonuevo llegaron a cohabitar hasta 18 chimeneas de ladrillo, en diferentes formatos, tamaños y aparejos constructivos. Las chimeneas no eran construidas por la propia empresa, sino que la SMMP contrataba ex profeso a otras, normalmente de carácter familiar, especializadas en la erección de estas imponentes estructuras. Aunque algunas de ellas no conservan detalles que permitan identificar su origen, expertos en arquitectura atribuyen algunas de ellas a la escuela alsaciana, por su ornamentación.

El cierre progresivo de las fábricas motivó el derribo de algunas de ellas para vender sus ladrillos en el mercado de segunda mano, si bien la mayoría han sobrevivido en diferentes estados de conservación.

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