La llegada del ferrocarril a la Cuenca del Guadiato originó una segunda fiebre de apertura de pozos, el establecimiento de decenas de compañías mineras o la reventa de los activos a otras ya existentes. De todas ellas, la Sociedad Hullera y Metalúrgica de Belmez (SHMB), de capital francés y fundada en el número 12 de la plaza Vendôme de París, sería la que iniciaría el segundo cambio, esta vez de minero a industrial, de los terrenos del primer Cerco de Peñarroya al construir hacia 1877 la primera fundición de plomo y un taller de desplatación anexo en las proximidades de la estación de Peñarroya. De modo que se podría establecer este año como el del nacimiento oficial de los Cercos Industriales de Peñarroya.
El fundamento para esta operación a medio camino entre lo estratégico y lo económico y que marcaría el destino de este territorio y el de Pueblonuevo mismo vino del ingeniero francés de la Escuela Politécnica de París Charles Ledoux, que dos años antes acudió en calidad de consultor de la SHMB a la cuenca minera para tratar de optimizar el uso de unos carbones que, sin poder competir con los equivalentes ingleses y asturianos, si tenían la calidad suficiente como para ser utilizados en otros procesos de carácter industrial.
La solución propuesta por Ledoux vino planteada por medio de una reflexión que ha quedado para los anales de la historia de la comarca en forma de aforismo: “si hacen falta 10 toneladas métricas de carbón para tratar una tonelada de plomo ¿Por qué no llevar esa tonelada hacia el lugar donde se produce el carbón?”.
En efecto, Ledoux descubrió que la hulla de la Mina Terrible podía ser utilizada, una vez coquizada, para fundir las galenas de las diversas minas metálicas de Fuente Obejuna que la SHMB adquirió a la Compañía de Los Santos, así como las de otras localidades pacenses cercanas ,para obtener como producto final plomo y plata, materias primas que sí son rentables en los mercados internacionales.
Esta decisión marca definitivamente el carácter industrial del primer Cerco y será la base para la instalación en los años siguientes de más fábricas en este paraje, como hornos de coque, una fábrica de ladrillos refractarios y una fábrica de briquetas. La instalación de la fundición de plomo tendría numerosas repercusiones económicas para este punto de la geografía española, pero también consecuencias sociales, representadas físicamente por el conocido popularmente como “el pito de la fundición”, que durante muchos años dictará la rutina diaria de las gentes de Peñarroya-Pueblonuevo.
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