Los hornos de calcinación, fusión, desplatación del Cerco demandaban material refractario, capaz de soportar muy altas temperaturas y resistir a las agresiones de los gases y productos químicos. Desde 1881 hasta 1910 la SMMP encargaba este material a empresas extranjeras, inglesas principalmente, hasta que el aumento de las necesidades de este tipo de material como consecuencia de las sucesivas ampliaciones así como su mantenimiento sugirieron que sería más ventajoso producirlo en una fábrica propia. Fue así como se creó la fábrica de productos refractarios del Cerco Industrial.
En los últimos años antes de su cierre, esta fábrica disponía de un horno-túnel, único en la Europa de su época, por el que entraban las piezas húmedas por un extremo y, en constante movimiento, salían cocidas por el extremo opuesto.

A diferencia de los hornos para el plomo en que el mineral se añadía a "granel" junto al coque, la caliza y el mineral de hierro (fundentes), el mineral de zinc se colocaba en los hornos dentro de pequeños crisoles o retortas, mezclado con antracita. Estas retortas tenían una vida corta, de ahí la necesidad de contar con este taller de productos refractarios que tenían en estas vasijas su principal producto, que es coetáneo a la fábrica de zinc.
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